Tú eres el milagro: Una charla para los valientes heridos
Para cualquiera en recuperación temprana que aún esté aprendiendo a creer que es digno de ella.
Hay gente en el mundo que corre hacia edificios en llamas...
Hay gente en el mundo que corre hacia edificios en llamas. Que levantan coches de cuerpos aplastados. Que dan su último dólar a otra persona sólo para sentirse un poco más humanos.
Y luego estás tú.
Tú, que te despertaste un día con el corazón palpitante, las manos temblorosas y la mente gritando, y aún así dijiste que hoy no. Tú, que aguantaste el picor del ansia, la tormenta de la vergüenza, el vacío desgarrador, el silencio insoportable... y no consumiste. Tú, que te las arreglaste para, a pesar de todo, empezar de nuevo.
Eso es un milagro.
Permíteme repetirlo: Tú eres el milagro.
Ha vencido probabilidades que harían doblar las Vegas. Ha atravesado el fuego, ha enterrado el dolor tan profundamente que ha recableado su sistema nervioso, ha sobrevivido a traumas -quizá incluso intergeneracionales- que intentaron enseñar a su cuerpo a no confiar en el mundo. O en ti mismo.
Pero sigues aquí.
Y eso no es poco.
La polilla y la llama - O, la mariposa y la batalla
Seguro que ha oído la historia: Un hombre encuentra un capullo. Lo ve agitarse y la mariposa que hay dentro lucha por liberarse. Queriendo ayudar, lo abre. La mariposa emerge... débil, deforme. No puede volar. Nunca lo hará. Lo que el hombre no sabía era que la lucha a través del capullo es lo que da fuerza a la mariposa: empuja el fluido hacia las alas, crea resistencia, prepara el cuerpo para el vuelo.
La recuperación es tu capullo.
No debe ser fácil.
Pero está destinado a fortalecerte.
Algunos días, la oscuridad te envolverá como esa funda de seda. ¿Pero la lucha? ¿Los temblores? ¿La confusión? Eso es tu cuerpo y tu alma aprendiendo a volar de nuevo.
No estás roto. Te estás transformando.
Tú no eres lo que te pasó. Eres lo que sobrevivió.
No eres demasiado. Sólo has estado cargando demasiado, durante demasiado tiempo.
Confiar en el instinto (cuando el trauma te ha dicho que no lo hagas)
He aquí una verdad salvaje: tu intuición puede haberte salvado la vida.
Tal vez susurró:
"No entres en ese coche."
"Es hora de partir".
"Algo está mal aquí".
"Corre".
Ese instinto, el que te hacía agacharte, esconderte o seguir caminando, no era debilidad. Era inteligencia ancestral. Supervivencia programada. Era tu sistema nervioso leyendo el peligro antes de que tu mente pudiera nombrarlo.
Pero con el tiempo, los traumas pueden distorsionar esa señal. Empezamos a dudar de nosotros mismos. Anulamos nuestros instintos. Decimos,
"No es tan malo."
"Probablemente estoy exagerando".
"Sólo soy yo."
Y al principio de la recuperación, también dudamos de lo bueno:
No aceptamos el trabajo. No hacemos la llamada. Alejamos la mano amiga.
No porque no lo queramos, sino porque no confiamos en la voz interior que nos dice que podemos tenerlo.
Que esto te sirva de recordatorio: Esa voz está volviendo.
Tus instintos no están rotos, están sanando.
Estás aprendiendo, lenta y maravillosamente, a confiar de nuevo en ti misma.
Lo que sobrevivió ahora puede prosperar
¿Algunas de las mismas cosas que te ayudaron a sobrevivir?
Pueden ayudarte a recuperarte.
¿Ese ingenio rápido que usabas para calmar el caos? Ahora es sabiduría.
¿Esa capacidad de leer una habitación antes de que nadie hable? Eso es empatía.
¿Esa feroz protección hacia tu gente? Eso es lealtad, la clase de lealtad que este mundo necesita.
No nos define lo que utilizamos para afrontar la situación, sino el hecho de que lo hicimos y de que ahora estamos aprendiendo nuevas formas de hacerlo. Has cogido tus herramientas de supervivencia y has empezado a afilarlas para convertirlas en herramientas de recuperación. Eso es evolución. Eso es valentía. Es una especie de alquimia sagrada.
No estás aquí por casualidad
Puede que no te sientas especial.
Puede que pienses que eres "uno de los afortunados".
Pero la suerte no te ha traído hasta aquí, sino las agallas. Fue el espíritu. Esa última llama parpadeante en lo más profundo de tu vientre que se niega a morir.
Eso es lo que te trajo aquí.
Y me alegro mucho de que así fuera.
Porque tú -con todo tu corazón magullado y tu sabiduría encallecida- haces que esta comunidad sea mejor. Tu risa, tu honestidad, tu lucha, tus lágrimas... nos recuerdan que no estamos solos. Que no estamos demasiado lejos. Que la redención no está reservada a los santos.
Puede que aún no veas tu belleza -
Pero lo hacemos.
Una última palabra de alguien que también ha pasado por esto
Me da igual si hoy llevas veinte días, veinte meses o sólo veinte minutos sin coger.
No me importa si aún no te amas a ti mismo.
No pasa nada.
¡Te querremos hasta que puedas!
Y aquí está la cosa: el amor no es un gran gesto. Es quedarse.
Se está despertando.
Está apareciendo.
Es susurrar: "Lo intentaré de nuevo", incluso cuando todo en ti dice: "¿Para qué?".
Tú eres el punto.
Tu vida. Tu curación. Tu voz. Tu existencia.
No tienes que volar todavía.
Sólo tienes que permanecer en el capullo el tiempo suficiente para que te crezcan las alas.
Y un día -quizá no hoy, quizá ni siquiera la semana que viene-, pero un día,
Sentirás cómo cambia la brisa.
Levantarás el vuelo.
Y todo el cielo se abrirá.
Contigo siempre,
- Alguien que ve tu milagro, incluso cuando tú lo olvidas.


